El grafeno fue descubierto en 1907 por el químico estadounidense Edward Goodrich Acheson, pero su nombre fue dado en la década de 1960. Si este material no tuvo un lugar estelar en el mundo fue porque era muy inestable para trabajar con él. Geim y Novosiolov fueron los primeros en estabilizarlo a temperatura ambiente, dándole posibilidades para su uso industrial. Esto les valió el Premio Nobel de Física en 2010.
Hasta esa fecha, los investigadores que trabajaban con el grafito (un mineral de carbono casi en estado puro), limpiaban su superficie con cinta adhesiva para remover toda imperfección y tiraban ese resto al tacho. Al depilar el grafito, lo que queda es una capa de grafeno, un material de un solo átomo de grosor, tan delgado que se considera de dos dimensiones.
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